Para los moradores de la civilización
moderna, o mejor dicho, de las culturas desarrolladas, los vehículos
motorizados despiertan una dicotomía de sentimientos. Por una parte, los
coches y camiones son un medio de transporte muy eficaz, rápido y
cómodo, que ha cambiado nuestra manera de viajar. Gracias a ellos somos
capaces de desplazarnos a lugares de trabajo a los que, sin coche,
tardaríamos horas; gracias a ellos podemos disfrutar de productos
cultivados o fabricados en lugares distantes. Por otra parte, los
vehículos impulsados por motores de combustión interna son una plaga de
nuestra sociedad, hacen ruido (al menos hasta hace no mucho), causan
tráfico, mucho, y contaminan, más que mucho. Imaginaos entonces cómo
deberían estar las cosas en tiempos no muy lejanos para que esas
máquinas, mucho más ruidosas y contaminantes que las de ahora, fuesen
considerados la alternativa ecológica. Os cuento.
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Cuando los coches fueron la alternativa ecológica.
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