Una buena parte de los cuadros de Vincent van Gogh,
incluyendo sus famosos girasoles, no han dejado de oscurecerse en los
últimos cien años. Los científicos llevan mucho tiempo reuniendo pistas y
acorralando a los culpables. Las pruebas más claras señalan a la
composición de los pigmentos, en especial al que el artista utilizaba
para generar el vistoso color amarillo. La mezcla de cromato de plomo con sulfato de bario para
realzar el brillo produce una reacción química al contacto con la luz y
tiende a convertirse en una sustancia marrón y apagada con el tiempo.
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Los sulfatos condenan a Van Gogh a la oscuridad
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