Tras haber pasado más de tres meses (en realidad catorce semanas)
divulgando sobre ciencia pura y dura, tengo que volver al origen porque
siguen ocurriendo cosas que me hacen hervir la sangre. Y es que, igual
que me calienta mucho el leer o escuchar ciertas cosas y me pongo de
uñas con la gente que las dice, también me toca mucho la bolsa escrotal
el extremo contrario. Es precisamente el caso que os traigo esta semana y
que, creo, también conviene comentar bajo la lupa de la indignación y
el cabreo más absolutos.
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Innombrable, incalificable
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