Una mañana del año 852, el andalusí Abbás Ibn Firnás, se lanzaría desde el minarete de la Mezquita de Córdoba
con una enorme lona para amortiguar la caída. Logró lo que quería, ser
paracaidista, bueno, uno de sus precursores, y tranquilos, solo sufrió
heridas leves. Los intentos por conseguir el sueño de volar ya se pueden
ver antes, mucho antes. En el año 400 a. C., Arquitas de Tarento, construye un artefacto de madera bautizado como Peristera
(Paloma), la primera máquina voladora capaz de moverse por medios
propios, pero hay muchos otros que lo intentaron con más o menos éxito –
normalmente lo segundo- hasta que Leonardo da Vinci se dedicara seriamente a construir una máquina voladora.
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El vuelo de los hermanos Wright
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