Todo comenzó con el misterioso Suceso Lorimer. El 4 de agosto de 2001 el
radiotelescopio de Parkes en Australia detectó una señal de radio
tremendamente breve, de apenas cinco milisegundos. Pero a pesar de su
corta duración la señal era unas cien veces más brillante que el brillo
de fondo en el espectro de radio. El fenómeno no se repitió y nadie se
dio cuenta de que se había producido. Algo normal, pues el software que
usan los radiotelescopios está optimizado para buscar determinados
tipos de señales. Una ráfaga tan intensa y corta, además de no ser
recurrente, tiene toda la pinta de ser una señal espúrea producida por
algún artefacto humano. No en vano, nuestra civilización genera tanto
“ruido” en radio que la Tierra brilla más que muchas estrellas en
determinadas longitudes de onda.
link:
Las misteriosas ráfagas rápidas de radio
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