Dicen que allá por el año 20 a.C. Augusto, primer emperador romano, mandó a plantar en el centro de Roma un monumento llamado Milliarium Aureum.
Descrito como una columna de mármol -posiblemente bañada o al menos con
incrustaciones de bronce- simbolizaba el punto en donde todas las rutas
del imperio terminaban. Eran cerca de 400 caminos, con más de 70.000
kilómetros de longitud, y conectaban a la capital con lugares distantes.
Por ellos llegaban ejércitos generalmente victoriosos, mercancías y
provisiones diversas, también numerosos inmigrantes. ¿Pero quiénes
migraban a Roma durante los primeros siglos del imperio? ¿Desde dónde?
¿Qué experimentaban en la Ciudad Eterna? Esas son solo algunas de las
preguntas que se hacen los estudiosos de la antigua demografía romana.
Las respuestas podrían surgir de una disciplina conocida como
bioarqueología y del empleo de técnicas bioquímicas.
link:
Cuando todos los caminos conducen a la bioarqueología
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