El único matiz que se podría hacer es que esa pretendida felicidad se resuelva tan solo al considerar el periodo de tiempo comprendido entre la compra de cualquier mierdecilla procesada que encuentres en tu supermercado, en la máquina de vending
de tu trabajo (o de la del colegio de tus hijos) o promocionada como la
cosa procesada más saludable en cualquier anuncio de televisión… y
el momento de su consumo que te lleve, al final, a emitir un juicio que
implique volver a comprar la mierdecilla de turno o cambiar a otra
igualmente inconveniente. Así, más allá de esa “felicidad”
basada en el hedonismo más chabacano, quién sabe si en una conveniencia
mal entendida, la realidad nos dice que esas mierdecillas ingeribles (me
niego tan siquiera a considerarlas como comestibles) nos están
complicando bastante la vida.
link:
Nuevo libro: “Adictos a la comida basura” de Michael Moss (de-mo-le-dor)
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Se bienvenido y comenta! recuerda, se respetuoso y no insultes o los comentarios seran eliminados.