Si pudierais venir a mi casa y echarle un vistazo a mi salón, aparte de
los infinitos juguetes de mi chaval desperdigados por todos lados, solo
veríais un elemento decorativo: una lámina enmarcada de un cuadro de la
famosa serie “El grito” de Edvard Munch. Dos son las razones que me
llevaron a romper la austeridad decorativa que me caracteriza: por un
lado tener un recuerdo de lo mal que lo pasé haciendo la tesis (desazón,
agobio, pánico, frustración,…. qué mejor que el “El grito” para
representarlo), y por otro tener una pincelada de arte que contrarreste
mi actividad como científico.
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Fluorescencia de rayos X aplicada al mundo del arte
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