Como ya vimos en la entrega anterior, el desarrollo del entorno digital y
el de la genética suponen un estímulo constante a nuestras facultades
de reflexión y análisis, por no hablar de la fascinante «Biblioteca de
la vida» que va emergiendo de la alianza entre ambos campos. Sin
embargo, resulta indispensable mirar afuera. Cuando la bibliotecaria se
decide finalmente a separar la vista de sus volúmenes y sube hasta la
azotea de la torre que habitamos se dibuja el tercer horizonte.
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La carta de Lavrentiev (III)
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