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sábado, 14 de noviembre de 2015

Los once presos que dieron la razón al primer epidiemólogo español

Pueden llamarlo el «mal de la rosa», «escorbuto alpino», «enfermedad de Saint-Aman» o «lepra asturiana» (italiana y de Lombardía también vale), entre otros. Todas son la misma afección alimenticia, la pelagra (de «pelle», piel, y «agra», áspera), nombre que fue sugerido por el italiano Francesco Frapolli, en su obra «Aniimadversiones in morbum vulgo pellagram» (Milán, 1771). [1]. Las distintas denominaciones se debe a que esta enfermedad aparecía en distintas zonas y, ni se conocía muy bien su origen, ni se establecía una clara relación entre ellas. Se pensaba en una enfermedad infecciosa. Antes de que el italiano acuñara el término, fue el médico español Gaspar Casal Julián (1680-1759) quien luchó contra esta idea. De hecho, la primera descripción de la enfermedad aparece en su obra póstuma «Historia natural, y medica de el Principado de Asturias» (Madrid, 1762)

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