Conocido es el disgusto que se llevó Adolf Hitler durante los juegos olímpicos de Berlín en 1936, cuando un deportista, Jesse Owens,
ganó tres medallas de oro como velocista y una cuarta en el salto de
longitud. No sólo sus poderosos y perfectos corredores arios había sido
derrotados por un estadounidense, sino que el atleta en cuestión era
negro. Todo un palo para sus cenutrias teorías y políticas raciales. Eso
sí, el berrinche del cabo bohemio hubiese sido peor si a sus inertes
oídos hubiese llegado la noticia de que Owens había competido con
zapatillas deportivas hechas en Alemania. Para ser exacto, eran la
creación de la empresa Gebrüder Dassler Schuhfabrik, o lo que es lo mismo, la Fábrica de Zapatos de los Hermanos Dassler que algún día se dividiría en Adidas y Puma.
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El pleito familiar del que nacieron Adidas y Puma.
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