De entre todas las trampas en las que puede caer la mente humana una de
las más extendidas entre los cerebros más poderosos y exitosos es la de
la vanidad. Pero no la variedad habitual, la de creerse más guapo o
atractivo que el resto, sino el más pernicioso y sutil mal de la vanidad
intelectual: la de creerse más listo que los demás. Al fin y al cabo si
uno ha triunfado en las ciencias, que son difíciles, e incluso ha
realizado fabulosos descubrimientos de enorme importancia será porque su
máquina de pensar tiene más potencia que la del resto de los humanos. Y
no digamos si además el científico en cuestión ha recibido premios,
parabienes y reconocimiento público.
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El ego y las trampas del intelecto
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