A finales del siglo XIX la sensación de que existía una realidad no
visible a la que se podía acceder por nuevos medios estaba a la orden
del día. En 1895, mientras trabajaba con tubos de rayos catódicos, el
físico alemán Wilhelm Conrad Röntgen
había descubierto una misteriosa radiación que atravesaba los objetos
sólidos y que le permitió fotografiar los huesos de la mano de su mujer
en la primera radiografía de la historia. Solo un año después del
descubrimiento de los rayos X, el físico francés Antoine Henri Becquerel
descubrió que las sales de uranio, y no el sol, ennegrecían la placa
fotográfica con la que experimentaba y descubrió casualmente la radiactividad.
link:
El hombre que quiso fotografiar los pensamientos
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