El 30 de octubre de 1815, en Francia, se atribuía a Julien Leroy la patente de un invento que denominó nyctographie (nictografía, [3]) para ‘l’art d’écrire sans le secours des yeux’ (el arte de escribir sin la ayuda de los ojos).
Se trataba de un pupitre sobre el cual se fijaba la hoja de papel sobre
la que se deseaba escribir. Se colocaba entonces un hilo de metal
transversalmente sobre la hoja, en la dirección de las líneas que se
querían trazar. El dedo meñique se deslizaba a lo largo de este hilo
para dirigir y conservar la mano en la posición adecuada. Cuando se
llegaba al final de cada línea, un movimiento en cremallera provocaba
una pequeña elevación de la hoja, y volvía a escribirse otra línea
siguiendo el mismo hijo metálico que ya se encontraba un poco más abajo
sobre el papel. Este sistema dejaba un pequeño espacio entre la línea
anterior y el hilo de metal, y se podía escribir una línea paralela a la
primera, después una tercera y así sucesivamente. Dos varillas
paralelas retenían la hoja y servían para indicar el principio y el
final de cada línea. El invento estaba pensado para personas ciegas o
que deseaban escribir de noche [1].
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Un cifrado por sustitución: la ‘nictografía’
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