En 1922, el biólogo islandés B. Saemundsson capturó un pez pescador de
66 cm de longitud. Al verlo se llevó una sorpresa, pues encontró otros
dos peces mucho más pequeños, adheridos a su superficie. Al principio
pensó que eran crías, pero tenían un aspecto muy extraño, como si
hubiesen degenerado. Además, mantenían una unión tan íntima con el pez
“adulto”, que parecían tener los bordes de la boca fusionados con su
piel.
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Más que una cópula
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