En ocasiones los dichos populares son una fuente de gran sabiduría.
Aprendimos de nuestros abuelos que «tras la tormenta siempre llega la
calma», que «a buen entendedor pocas palabras le bastan» y que «donde
fueres haz lo que vieres». Pero también se dicen cosas que, por decirlo
de alguna manera, no son del todo ciertas, como «el que fue a Sevilla
perdió su silla», que un rayo nunca cae dos veces en el mismo lugar y
que «no pongas esa cara que va a venir un viento y te vas a quedar así».
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El hogar de la tormenta perpetua
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