Cuando un paciente con un tumor cerebral llega al quirófano, el cirujano
tiene una primera limitación importante: no puede extirpar tejidos que
le dejen sin funciones como el habla o el movimiento. De hecho, durante
la operación se despierta varias veces a la persona para comprobar que
la zona en la que el cirujano toca no le va a dejar sin alguna de sus
funciones esenciales. Si el tumor afecta a una de estas áreas ‘elocuentes’, la norma es quitar solo hasta donde se pueda y esperar a ver cómo evoluciona la enfermedad.
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Plasticidad a la carta para salvar cerebros
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