No
se reflejan en los espejos, retroceden aterrorizados ante el ajo o la visión de
un crucifijo, no soportan la luz solar y únicamente se puede acabar con ellos
clavándoles una estaca en el corazón o decapitándolos. Así son, poco más o
menos, los vampiros, esas criaturas desdichadas condenadas a vagar eternamente
mientras se alimentan de sangre humana, preferentemente. Más aún, poseen la
capacidad de "transformar" en vampiro a todo aquel del que se nutren,
siempre que no le quiten la vida a causa de un frenesí desbocado durante el
proceso de succión. Pero, reflexionemos por un momento: ¿cómo puede suceder
esto?
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