Una noche hace una veintena de años,
veía en las noticias de la CNN imágenes de mujeres, niños y ancianos
bosnios caminando por la carretera con caras sucias, afligidas y
desesperadas. Huían del exterminio serbio y se agolpaban tras las
barreras de un paso fronterizo con Croacia, cuyos habitantes, poco
antes, habían sufrido una suerte similar. En segundos se me humedecieron
los ojos,y la novia que tenía a mi lado me preguntó qué me pasaba. Le
respondí que en esos semblantes angustiados, en esas almas
desamparadas, podía ver a mi abuela cuando cruzaba la frontera de España
con Francia, obligada por la tragedia de la guerra a iniciar
un viaje que sólo le permitiría volver a su patria como turista. Esa
inmigración involuntaria, la llevaría a ella y a mi abuelo hasta tierras
americanas, donde comenzarían una nueva vida, donde tuvieron y
aprovecharon una nueva oportunidad de alcanzar sus sueños. Más tarde, y
por las mismas circunstancias, mi otro abuelo, y luego mi abuela, mi
padre y mis tíos hicieron el mismo recorrido, sin el cual yo no hubiese
nacido.
link:
La inmigración, un chollo (ganga) para el país de acogida.
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