El Obispo de Legnica (Polonia), Mon. Zbigniew Kiernikowski, aprobó el
 17 de abril la veneración de una hostia sangrante que “tiene las 
características distintivas de un milagro eucarístico”.
Para los menos religiosos, una hostia sangrante no es el resultado de
 una pelea por una discusión de tráfico, sino un milagro similar al que 
ocurrió en el siglo octavo en Lanciano. Según los escritos antiguos, en 
torno al año 700, en la ciudad de Lanciano (Italia) un monje fue 
encargado de celebrar una misa en el Monasterio de San Longino. Al 
pronunciar las Palabras de la Consagración (ya sabéis “Este es mi cuerpo
 y esta es mi sangre”), el monje pudo ver cómo el pan se transformaba en
 carne y el vino en sangre, la cual se coaguló en cinco glóbulos, tantos
 como llagas sufrió Cristo en la cruz. La sangre y el pan se conservan 
como reliquias en la Iglesia de San Francisco de Lanciano.
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 Milagro en Legnica
 
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