Nuestro Sistema Solar, como cualquier otro sistema planetario, comenzó a
 formarse a partir de discos de gas y granos de polvo que orbitaban una 
estrella. Los procesos que convierten estos granos minúsculos, cada uno 
con un tamaño que no supera unas pocas millonésimas de metro (una micra)
 de diámetro, en agregados de unos pocos centímetros, y el mecanismo por
 el que los “planetesimales” de kilómetros pasan a ser los núcleos de 
planetas, se entienden bastante bien.
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 De guijarro a asteroide en una trampa de polvo
 
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