Cuando el 1 de abril de 1853 nació en
Mallecina Luis Fernández Álvarez, ninguno de sus vecinos en aquella
aldea asturiana podría imaginarse lo lejos que el pequeño llegaría,
física y profesionalmente, y lo aún más lejos que llegarían sus
descendientes. Los Álvarez (luego explico el por qué usan el segundo
apellido), son una saga familiar que se extiende ya por cuatro
generaciones, reconocida en buena parte del mundo, aunque algo menos en
España. Desde tratamientos médicos a la desaparición de los dinosaurios,
pasando por múltiples descubrimientos en el campo de la física y sus
aplicaciones prácticas, Luis, Walter, otro Luis y otro Walter, han
dejado su huella indeleble en las ciencias, y en el de la historia.
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Una familia de emigrantes asturianos que ha llegado lejos, muy lejos…
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