A principios de mayo de 1945, Alemania
estaba en ruinas. Sus ejércitos vencidos, sus ciudades arrasadas, sus
líderes muertos o encarcelados; su pueblo, empobrecido, huérfano, y mal
reputado. Una gran diferencia con la visión en los primeros meses de la
guerra, todo victorias, desfiles triunfales, el Führer apareciendo en
público en cada oportunidad para presumir y darse baños de masas; planes
megalómanos de reconstrucción para después de la victoria. Pero algo
falló, o mejor dicho, muchas cosas fallaron. El mismo Hitler cometió
muchos errores estratégicos y de cálculo ante los objetivos. Ya hemos
visto en algún otro artículo
cómo sus constantes cambios de táctica le evitaron lograr lo que
parecía una victoria segura en la Batalla de Inglaterra. Hoy veremos
cómo una cuestión abstracta, la arrogancia, el sentido de la
superioridad innata a los nazis, tuvo mucho que ver con su derrota, y
tardaron en darse cuenta de ello.
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Más errores nazis…
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