Las palabras de David Reitze el pasado jueves ("We have detected gravitational waves. We did it!") dejaron
al mundo conmocionado durante días. Después de cien años, los
científicos detectaban por primera vez de forma directa una perturbación
del espacio-tiempo y abrían el camino a una nueva forma de observar el universo. Mientras esto sucedía, una pequeña nave espacial de forma hexagonal se movía a 1,5 millones de kilómetros de la Tierra con un objetivo complementario e igual de espectacular: abrir el camino para la detección de las ondas gravitacionales desde el espacio.
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El siguiente desafío después de LIGO está en el espacio y lo lidera un español
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