El ser humano, por el mero hecho de habitar en La Tierra, está sometido a
la influencia de las radiaciones, ionizantes o no ionizantes. Por
desgracia, nuestro ADN no se ha adaptado a la presencia de las mismas en
cuanto que somos incapaces de olerlas, escucharlas, tocarlas, verlas o
saborearlas. En definitiva, somos un completo fracaso como sistema
detector de radiaciones y esto no supondría ningún problema si no fuese
porque las radiaciones ionizantes no son inocuas, sino que generan en el
organismo dos tipos de efectos: deterministas y probabilísticos.
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Somos lo que comemos: los Programas de Vigilancia Radiológica Ambiental en España
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