La relación entre cerebro e intestino es evidente en nuestra vida
diaria. El hambre no es más que un impulso que nos transmite nuestro
cerebro cuando el intestino manda una señal de alarma ante la ausencia
de nutrientes. También todos hemos sentido alguna vez la coincidencia
entre el estrés o el nerviosismo y la necesidad de salir por patas en la
búsqueda de un baño ante la inminencia incontrolable de la evacuación
intestinal. Sin embargo, como con todo lo relacionado con los mecanismos
cerebrales es poco lo que sabemos del diálogo entre estos órganos y de
su compleja relación a distancia.
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De tristeza microbiológica y prozacs bacterianos
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