El que alguien que te admira se convierta de la noche a la mañana en uno
de los hombres más poderosos de la parte del planeta en la que habitas
no siempre son buenas noticias, de hecho puede generar mucho estrés.
Algo así debió pensar Roger Bacon cuando su admirador Guy de Foulques
ocupó el trono de San Pedro tomando el nombre de Clemente IV.
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El franciscano, los gamberros y el “Libro de los fuegos para quemar enemigos” (2)
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