Conocí a David en Almería. Casualmente, él jugaba al squash y yo
buscaba a alguien con quien hacer un poco de deporte explosivo que
acabase con el estrés laboral. Jugábamos un par de horas por semana y
poco más allá de los lances deportivos no hablábamos mucho. Así es
muchas veces la complicidad que se establece entre los hombres, a través
del juego y la competición. Pocas palabras y unas cuantas actitudes por
las que puedes ver si te llevas bien o mal, si tu compañero de partida
es o no un buen tipo.
link:
Respirando salitre. Historias de un buzo
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