El tupé de Donald Trump ha perdido mucho en los últimos años. “La laca no es como solía ser. Solía ser muy buena”, se lamentó en mayo en un mitin ante mineros en Charleston
 (Virginia Occidental). La culpa la tiene, según él, la sustitución como
 propelente de los clorofluorocarbonos (CFC), que dañan la capa de 
ozono, por otros compuestos. El que hoy se convertirá en el 45º 
presidente de Estados Unidos cree, sin embargo, que no supondría ningún 
riesgo medioambiental que su laca contuviera CFC porque él se la da en 
espacios cerrados como su apartamento, “completamente sellado”, y eso no
 puede tener efectos en la capa de ozono. “¡De ninguna manera, amigos! 
¡De ninguna manera!”, gritó a la multitud en mayo.
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 Donald Trump contra la ciencia
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