Marte era hace cien años un mundo vivo. Estaba habitado por seres inteligentes que habían construido unos canales
 para llevar agua desde los polos hasta las sedientas latitudes 
ecuatoriales. Unas conducciones gigantescas que había visto el astrónomo
 estadounidense Percival Lowell
 desde su observatorio de Flagstaff (Arizona). El tiempo confirmó que 
los canales marcianos eran obra de una inteligencia, pero que estaba a 
este lado del telescopio, como apunta Carl Sagan en Cosmos (1980). Sin embargo, en 1904 se daba por hecha la existencia de una civilización avanzada en el planeta rojo y, por eso, el premio Guzman
 para quien primero contactase con extraterrestres, convocado por la 
Academia Francesa de Ciencias y dotado con 100.000 francos, excluía 
expresamente a los marcianos. Y, dos años después, Guglielmo Marconi 
aseguraba que antes de diez se hablaría con ellos a través del 
telégrafo.
link:
 Así eran los marcianos en 1906
 
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