“Recuerde que sólo se vende en farmacias y no necesita recargar”. Era el
 reclamo que usaba en 1987 el fabricante de “la pulsera biomagnética 
Flowing”, chapada en oro de 24 quilates y “la única del sector 
farmacéutico con placa para grabar el nombre del propietario”. Hace tres
 decenios, hacían furor en España unas pulseras metálicas con forma de 
torque con dos bolitas en los extremos.
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 La pulsera magnética: un amuleto para engañarlos a todos
 
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