En febrero de 1951 se tomaron células de un cáncer cervical de una
paciente llamada Henrietta Lacks. Estas células se tomaron sin el
consentimiento de Lacks, y el investigador que lo hizo descubrió
entonces que tenían la sorprendente capacidad de replicarse
indefinidamente. Hasta ese entonces células cultivadas en condiciones de
laboratorio se replicaban unas cuantas veces y luego morían, y esto
hacía que para los investigadores resultara realmente engorroso el
cultivo celular ya que se pasaban la mayor parte del tiempo intentando
que estas no murieran. Las células de Henrietta Lacks se pudieron aislar
y multiplicar continuamente hasta formar una línea celular. Estas
células, llamadas HeLa hoy en día, fueron las primeras células humanas
“inmortalizadas”.
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Células de mamíferos cómo organismos parasitarios
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