A finales del siglo XVII ya se sabía que la presión atmosférica o la del
vapor podían usarse como fuente de potencia. Los primeros intentos de
explotar la idea , entre los que destacan los de Denis Papin en Francia y
Thomas Savery en Inglaterra, tuvieron un éxito limitado. Pero a
principios del siglo XVIII un ingeniero inglés, Thomas Newcomen, comenzó
a fabricar máquinas eficaces y, lo que era casi más importante,
fiables. Estas máquinas se extendieron pronto por el Reino Unido, Europa
continental y América. Su uso no solo revolucionó la industria y la
minería, también contribuyó de forma sobresaliente al desarrollo de la
física.
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La máquina térmica
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