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martes, 12 de julio de 2016

Un cómic de hace dos mil años a todo color

Si hiciésemos una lista de las esculturas más famosas de la historia bien seguro que en ella figurarían La Venus de Milo o La Victoria de Samotracia. Si al oír estos nombres os ha venido alguna de esas célebres obras a la cabeza seguro que la imagen que habéis formado carece de color. Y no es para menos, ya que el material que vemos en todas esas estatuas es el blanquecino mármol. Los cánones de belleza heredados del renacimiento nos hacen pensar que las esculturas del periodo clásico eran del níveo color que les otorgaba el preciado material del que estaban elaboradas, pero nada más lejos de la realidad. Hoy en día se cree que la mayoría de las esculturas del periodo clásico, tanto las de bulto redondo (estatuas, para que nos entendamos) como los relieves, eran policromados, es decir, estaban cubiertos de pintura. Y, ¿por qué no iban a estarlo? ¿No es lógico pensar que si la misión de las esculturas era reflejar la realidad, éstas deberían reflejar no sólo la forma sino también el color?

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 Un cómic de hace dos mil años a todo color

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