Winston Churchill la definió como “la
decisión más dura” o el “día más triste” de su vida. Y no era para
menos, pues la Operación Catapulta significó el ataque a Francia, país
que hasta pocas semanas antes había sido el mayor y más importante
aliado del Reino Unido, además de un vecino muy querido por el Primer
Ministro. Pero la situación de la guerra tras la caída de Francia en
junio de 1940 y la posibilidad de que los alemanes se apoderasen de la
flota francesa, una de las más grandes del mundo, llevó al viejo Bull
Dog a tomar medidas drásticas. Letales, para más detalle, y con
consecuencias que tardarían mucho en repararse.
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¿Traición a un aliado o un mal necesario?
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