¿Quién no ha canturreado en alguna fiesta una de esas canciones tuneras?
¡Cuántas mujeres han soñado alguna vez con ser la protagonista de una
ronda! Y es que ser tuno para unos es un honor, para otros, sinónimo de
pícaro y truhán. Durante la Edad Media
los estudiantes con pocos recursos cantaban y tocaban a cambio de algo
de dinero, vino o de la “sopa boba” y en su ajuar, además de sus
características ropas, tenían una escudilla y un cucharón de palo para
comer lo que les diesen, de ahí que se les conocieran también como
“sopistas”.
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¡Ahí vienen los tunantes, ahí viene la Tuna!
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