En todas las disciplinas del arte siempre habrá personajes malditos. El
cine probablemente sea la que deja los ejemplos más sonados, al menos en
cuanto a premios se refiere. El codiciado Oscar ha sido históricamente
esquivo a ciertos actores, a pesar de sus intentos y su entrega anual.
Este tema se torna discusión airada entre amigos y consumidores de cine
profesionales, y en la alternancia de cerveza y cerveza, se termina por
reír sardónicamente ante la imagen de Nicholas Cage con la preciada
estatuilla, o requiriendo un abrazo compasivo por la sequía de Gary
Oldman.
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Mente, mano, corazón
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