El 17 de enero de 2013 la joven Kim Suozzi, de 23 años, falleció en su apartamento de Scottsdale, en Arizona, después de dos años de lucha contra un glioblastoma,
uno de los tumores más letales. Minutos después, dos enfermeras y un
médico introdujeron su cuerpo en una bañera con hielo y lo transportaron
hasta las instalaciones centrales de la empresa. Seguidamente los
técnicos cambiaron la sangre de Kim por un criopreservante y cortaron su cabeza para introducirla en una cuba metálica donde se conservará en nitrógeno líquido a la espera de que, en un futuro, alguien sea capaz de devolverla a la vida.
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Recuerdos de una cabeza congelada
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