Aquel hombre o aquella mujer que se tomó el lujo de tener curiosidad en
un tiempo arcaico, robándole segundos a su trabajo a jornada completa
consistente en sobrevivir, probablemente no tenía aún un concepto de la
veneración divina; mucho menos las herramientas para intentar comprender
qué alimentaba aquel fuego celestial. Después de mil siglos
(literalmente, no lo que parece que duran los anuncios de Telecinco) y
del esfuerzo colectivo de millones de personas, creemos haber
descubierto el secreto de las entrañas del Sol, al menos en lo
fundamental.
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La placidez de Ra
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