Se fijó quizás porque su padre era aficionado a las matemáticas o porque
aquel día estaba aburrida. O tal vez por los extraños símbolos
dibujados. Los ojos redondos y despiertos ante integrales y cálculos de
ecuaciones diferenciales. Encuentros, casualidades que suponen el inicio
de una vida: habían empapelado su habitación de Palibino con hojas de
una antigua revista matemática. No sabemos si esto marcó la diferencia,
porque después haría otros hallazgos en el mundo de las matemáticas,
pero me gusta pensar en la niña de siete u ocho años estudiando las
paredes justo antes de dormir.
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Sofía Kovalevskaia: matemática y nihilista
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